viernes, 28 de noviembre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima cuarta noche

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Y cuando llegó la 104ª noche

Ella dijo:

Cuando Scharkán estuvo completamente sumido en el sueño, la horrible vieja, que le acechaba como una loba feroz, o como una víbora de las peores, se puso de pie, se deslizó traidoramente hasta cerca de la cabecera, y sacó de entre las ropas un puñal emponzoñado con un veneno tan terrible, que sólo con ponerlo sobre el granito lo habría derretido. Y levantó el puñal con su mano calamitosa, y descargándolo bruscamente contra el cuello de Scharkán, le separó la cabeza del tronco. Y así murió, por la fuerza de la fatalidad y por las maquinaciones de Eblis, encarnado en aquella maldita vieja, el que fue el campeón de los musulmanes, el incomparable héroe Scharkán, hijo de Omar Al-Nemán.

Y satisfecha su venganza, la vieja dejó junto a la cabeza cortada una carta que decía:

‘Esta carta es de la noble Schauahi, la cual, a causa de sus hazañas, es conocida con el nombre de Madre de todas las Calamidades, y va dirigida a los musulmanes que se hallan ahora en el país de los cristianos.

‘Sabed, ¡oh todos vosotros! que yo y nadie más que yo tuvo la alegría de suprimir en otro tiempo a vuestro rey Omar Al-Nemán, en medio de su palacio. Y yo soy la que ha causado vuestra derrota y vuestro exterminio en el valle del monasterio. Yo soy la que con su propia mano ha cortado la cabeza a vuestro jefe Scharkán. ¡Y espero que, con la ayuda del cielo, cortaré también la cabeza a vuestro rey y a su visir Dandán!

‘Reflexionad ahora vosotros si os conviene permanecer más en nuestro país o regresar al vuestro. ¡Sabed que no lograréis jamás vuestros fines, pues por mi brazo y mis estratagemas, y gracias a Cristo, nuestro Señor, pereceréis hasta el último, al pie de los muros de Constantinia!’

Y habiendo dejado esta carta, se deslizó fuera de la tienda y marchó a Constantinia para enterar a los cristianos relatándoles sus fechorías. Después fue a la iglesia, y se puso a rezar y llorar por la muerte del rey Afridonios, y dio las gracias al diablo por la muerte del príncipe Scharkán.

Pero he aquí que a la misma hora en que se cometía el asesinato del príncipe, el visir Dandán, no pudiendo dormir y sintiéndose inquieto, como si todo el mundo se desplomase sobre él, se decidió a levantarse de la cama y a salir de su tienda. Y mientras se paseaba, vio al asceta que se alejaba rápidamente del campamento. Y entonces pensó: ‘El príncipe estará solo; voy a velar junto a él si duerme, o a hablar con él si está despierto’.

Y cuando llegó a la tienda, lo primero que vio fue un gran charco de sangre en el suelo, y después, en el lecho, el cuerpo y la cabeza de Scharkán asesinado.

Y lanzó un grito tan terrible, que despertó a todos, y puso en pie a todo el campamento, y a todo el ejército, y también al rey Daul'makán, que acudió inmediatamente a la tienda. Y al ver al visir Dandán que lloraba junto al cuerpo sin vida de su hermano, exclamó: ‘¡Ya Alah!’ Y cayó sin conocimiento...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La centésima quinta noche

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Saludos
Valram

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