domingo, 2 de noviembre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La octogésima noche

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Y cuando llegó la 80ª noche

Ella dijo:

El gran visir Dandán prosiguió de este modo:

Entonces se adelantó la segunda joven, que tenía una mirada muy brillante y una cara muy fina, animada por una eterna sonrisa. Besó siete veces la tierra entre las manos de tu difunto padre el rey Omar Al-Nemán, y dijo:

Palabras de la segunda joven

Sabe ¡oh rey afortunado! que el sabio Locmán habló así a su hijo: '¡Oh hijo mío! Hay tres cosas que solo pueden comprobarse en tres circunstancias: no se puede saber si un hombre es verdaderamente bueno, más que en sus iras, si un hombre es valeroso, más que en el combate, y si un hombre es afable, más que en la necesidad’.

El tirano sufrirá tormentos y expiará sus injusticias, a pesar de las lisonjas de sus cortesanos, mientras que el oprimido, a pesar de las injusticias se salvará de todo tormento. No trates a la gente por lo que diga, sino por lo que haga. Las acciones no valen más que por la intención que las inspira, y cada hombre será juzgado por sus intenciones y no por sus actos.

Sabe también, ¡oh rey Omar! que la cosa más admirable de nosotros es nuestro corazón. Y preguntándole un día a un sabio cuál es el peor de los hombres, contestó: ‘Aquel que deja que los malos deseos se apoderen de su corazón, porque pierde toda su entereza’. Y el poeta lo dijo muy bien:

‘La única riqueza es la que encierran los pechos. ! ¡Pero cuán difícil es encontrar su camino!’

‘Nuestro Profeta (¡sean con él la paz y la plegaria!) dijo: ‘El verdadero sabio es el que prefiere las cosas inmortales a las perecederas’.

Se cuenta que el asceta Sabet lloró tanto, que se le enfermaron los ojos. Entonces llamaron a un médico, y le dijo: ‘No puedo curarte, como no me prometas una cosa’. Y el asceta preguntó: ‘¿Qué cosa he de prometerte?’ Y dijo el médico: ‘¡Que dejarás de llorar!’ Pero el asceta repuso: ‘¿Y para qué me servirían los ojos si ya no llorara?

‘Y sabe también que la acción más hermosa es la desinteresada. Porque se cuenta que en Israel había dos hermanos; y uno de ellos dijo al otro: ‘¿Cuál es la acción más espantosa que has cometido?’ Y el otro contestó: ‘Es ésta: pasando un día cerca de un gallinero, alargué el brazo, cogí una gallina, y después de estrangularla, la volví a echar al gallinero. Esta es la cosa más espantosa de mi vida. Y tú, hermano mío, ¿qué es lo más espantoso que has hecho?’ Y el otro hermano contestó: ‘Haber rezado a Alah para pedirle una merced, porque la plegaria solo es hermosa cuando encamina el alma hacia las Alturas.’ Y por otra parte…’

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La octogésima primera noche

Saludos
Valram

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