martes, 18 de noviembre de 2008

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La nonagésima octava noche

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Y cuando llegó la 98ª noche

Ella dijo:

De modo que a la caída de la noche los combatientes tuvieron que separarse; y cada partido regresó a su campamento; y el campamento de los musulmanes seguía siendo aquel escondrijo de la caverna. Y una vez vueltos a la caverna, comprobaron que treinta y cinco de los suyos habían quedado en el campo de batalla, lo cual reducía su número a diez guerreros, además de los dos reyes y el visir, y los dejaba sin más defensa que sus excelentes aceros y el auxilio del Altísimo.

Y Scharkán no pudo menos que exhalar un gran suspiro, y exclamó: ‘¿Cómo lo haremos ahora?’ Pero todos los creyentes le respondieron: ‘¡Sólo ocurrirá lo que Alah disponga!’ Y Scharkán se pasó toda la noche sin dormir.

Pero al amanecer despertó a sus compañeros, y les dijo: ‘Compañeros, ya no somos más que trece, contando a mi hermano y a nuestro visir. Pienso que sería funesta una salida contra el enemigo, porque a pesar de nuestro valor, no podríamos resistir mucho tiempo a la jauría innumerable de nuestros enemigos, y ninguno de nosotros volvería con su alma. Por lo tanto, nos situaremos espada en mano a la entrada de la gruta, y retaremos al enemigo, y los podremos destrozar cuando entren, puesto que somos más fuertes que ellos. Y así los iremos diezmando, hasta que vengan los refuerzos que nos traerá el asceta.

Y todos contestaron: ‘Tu idea es excelente y vamos a desarrollarla’. Y cinco de los guerreros salieron de la gruta, y desafiaron a gritos a los cristianos. En seguida, al ver que un destacamento de ellos avanzaba hacia aquel lugar, se metieron en la gruta y se apostaron a la entrada, en dos filas.

Y las cosas ocurrieron según había previsto Scharkán: cada vez que los cristianos querían franquear la entrada de la gruta, caían destrozados, y ninguno podía salir ya para avisar a los demás aquel peligro. De modo que este día la matanza de cristianos fue todavía mayor que los otros días, y no se interrumpió hasta que llegaron las tinieblas de la noche. Y así fue como Alah cegó a los impíos, para reconfortar el corazón de sus servidores.

Pero al día siguiente los cristianos celebraron consejo, y dijeron: ‘Esta lucha no acabará mientras no exterminemos hasta el último de los musulmanes. En vez de tomar esa gruta al asalto, cerquémosla bien con nuestros soldados, rodeémosla de leña y prendámosle fuego para quemarlos vivos. Y si al verse en este peligro se rindieran a discreción, los cogeremos cautivos y los arrastraremos hasta nuestro rey Afridonios de Constantinia. De otro modo los dejaremos convertirse en carbón, para alimentar el fuego del infierno, ¡Y ojalá Cristo los ahúme y los maldiga a ellos, a sus ascendientes y a su posteridad, y los convierta en alfombra para los pies de los cristianos!’

Y dicho esto, se apresuraron a hacinar leños alrededor de la gruta...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y discretamente aplazó su relato para el otro día.”

Continuará: La nonagésima novena noche

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Saludos
Valram

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1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Muchas gracias, exclente literatura! Gracias, al autor o los autores, a los que hacen posible todo esto, valgàme la rebundancìa... 1000 gracias.