lunes, 16 de febrero de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La centésima nonagésima primera noche

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"Y cuando llegó la 191ª noche

Ella dijo:

...y el vergel natal de todas sus flores se inclina para besar tus pies infantiles!

¡Tan suave es ¡oh princesa! tu cuerpo sobrenatural, que el aire encantado, se aromatiza al tocarlo; y si la brisa curiosa penetrase debajo de tu túnica, en ella se eternizaría!

¡Tan bella es tu cintura, ¡oh hurí! que el collar de tu garganta desnuda se queja de no ser tu cinturón! ¡Pero tus piernas sutiles, cuyos tobillos están cercados de cascabeles, hacen crujir de envidia a las pulseras de tus muñecas!

Todo eso en cuanto a Kamaralzamán y a su padre el rey Schahramán.

Vamos ahora con la princesa Budur.

Cuando los dos genios la dejaron en su lecho del palacio de su padre el rey Ghayur, casi había transcurrido la noche. A las tres horas apareció la aurora, y Budur se despertó. Sonreía todavía a su amado y se desperezaba de gusto, en ese momento delicioso de semisueño al lado del amante, a quien creía junto a ella. Y al alargar los brazos vagamente para rodearle el cuello antes de abrir los ojos, no cogió más que el vacío. Entonces se despertó del todo y ya no vio al hermoso adolescente, al cual había amado aquella noche, y le tembló el corazón hasta casi perder el juicio, y exhaló un grito agudo que hizo acudir a las diez mujeres encargadas de su custodia, y entre ellas a su nodriza.

Rodearon ansiosas el lecho, y la nodriza le preguntó con acento asustado: '¿Qué ocurre, ¡oh mi señora!?'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

Continuará: La centésima nonagésima segunda noche...

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Saludos
Valram

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