martes, 31 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima trigésima cuarta noche

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"Y cuando llegó la 234ª noche

Ella dijo:

...¡Ven amigo dócil, a trabajar conmigo para dejar en paz la conciencia de nuestros acusadores!

Y Sett-Budur se levantó velozmente, y lo arrastró hacia los anchos colchones tendidos en la alfombra, mientras él trataba de defenderse algo y meneaba la cabeza con aspecto resignado, suspirando: '¡No hay recurso más que en Alah! ¡Todo ocurre por orden suya!' Y como Sett-Budur le hostigaba impacientemente para que se diera prisa, se quitó los anchos calzones bombachas, después el calzón de hilo; y se vio derribado de pronto encima de los colchones por el rey, que se tendió junto a él y le cogió en brazos!'

Y le echó las dos piernas alrededor de los muslos, y le dijo: '¡Oh, dame la mano, pónmela entre los muslos para despertar a este niño y obligarlo a levantarse, porque lleva mucho tiempo dormido!' Y Kamaralzamán, algo cortado, le dijo: '¡No me atrevo!' El rey le dijo: '¡Voy a ayudarte!' Y le cogió la mano y se la paseó por entre los muslos.

Entonces Kamaralzamán notó que el contacto con los muslos del rey era muy delicioso, y más dulce que el tocar manteca, y más suave que el tocar seda. Y aquello le agradó mucho, y le incitó a explorar solo lo de arriba y lo de abajo, hasta que su mano llegó a una cúpula que encontró muy movediza y verdaderamente llena de bendición. Pero por más que buscó por todas partes, no pudo encontrar el alminar. Y dijo para sí: '¡Oh Alah, qué misteriosas son tus obras! ¿Cómo podrá haber una cúpula sin alminar? Después pensó: 'Es probable que este rey encantador no sea hombre ni mujer, sino un eunuco blanco. ¡Eso resultaría mucho menos interesante!' Y le dijo al rey: '¡Oh, rey, no sé, pero no encuentro al niño!'

Al oír estas palabras, a Sett-Budur le dió tal acceso de risa, que le faltó poco para desmayarse...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer mañana, y discreta como siempre, se calló."

Continuará: La ducentésima trigésima quinta noche...

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lunes, 30 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima trigésima tercera noche

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"Y cuando llegó la 233ª noche

Ella dijo:

. . . a qué atenerse sobre la moda nueva de que hablaba el poeta. De modo que repuso: '¡Oh rey del siglo! ¡Ya que tienes tanto empeño, prométeme que no haremos eso juntos más que una vez! ¡Y si consiento, sabe que es para tratar de demostrarte en seguida que es preferible volver a la moda antigua! De todos modos, por mi parte, deseo que me prometas formalmente que nunca me pedirás la repetición de este acto, cuyo perdón pido por anticipado a Alah el Clemente sin límites'.

Y Sett-Budur exclamó: '¡Te lo prometo formalmente! ¡Y yo también quiero pedir remisión a Alah misericordioso, cuya bondad carece de límites, para que nos haga salir de las tinieblas del error a la luz de la verdadera sabiduría!'

Después añadió:

'¡Pero en verdad, hay que hacerlo sin remedio!, aunque no sea más que una vez, para dar la razón al poeta que dice:

¡La gente, oh amigo mío, nos acusa de cosas que nos son desconocidas, y dice de nosotros todo lo malo que piensa!

¡Ven amigo! ¡Seamos lo bastante generosos para dar la razón a nuestros enemigos, y ya que sospechan una cosa, hagámosla siquiera una vez! ¡Después nos arrepentiremos, si te parece! ¡Ven amigo dócil, a trabajar conmigo para dejar en paz la conciencia de nuestros acusadores!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima trigésima cuarta noche...

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domingo, 29 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima trigésima segunda noche

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"Y cuando llegó la 232ª noche

Ella dijo:

... Escucha algunos de sus versos:

'Uno ha dicho:

¡He aquí los puestos apetitosos en el zoco de los fruteros! ¡Encuentras a un lado, en la bandeja de palma, los higos gordos, de trasero oscuro y simpático! ¡Oh! ¡Pero mira la bandeja grande en el sitio de preferencia! ¡He aquí los frutos del sicomoro, los frutos pequeños, de trasero sonrosado, del sicomoro!

'El segundo ha dicho:

¡Pregunta a la joven por qué, cuando los pechos se le endurecen y el fruto le madura, prefiere el sabor ácido de los limones a las sandías dulces y a las granadas!

'Otro ha dicho:

¡Oh mi única beldad! ¡Oh muchachito! ¡Tu amor es mi fe! ¡Es para mí la religión preferida entre todas las creencias!

¡Por ti he dejado a las mujeres, hasta el punto de que mis amigos han observado esta abstinencia, y han supuesto ¡ignorantes! que me había hecho monje y religioso!

'Otro ha dicho:

¡Oh Zeinab, de pechos morenos, y tú, Hind, de trenzas teñidas con arte! ¿No sabéis por qué hace tanto tiempo que desaparecí?

He encontrado las rosas -las que suelen verse en las mejillas de las jóvenes-, he encontrado esas rosas, no en las mejillas de una joven, ¡oh Zeinab! sino en las posaderas fundamentales y aterciopeladas de mi amigo. ¡He aquí por qué, ¡oh Hind! ya no podrá atraerme nunca tu cabellera teñida, ni tampoco, oh Zeinab, tu jardín arrasado, al cual le falta el vello, ni siquiera tus posaderas, demasiado lisas, que carecen de granulación!

'Otro ha dicho:

Cuida de no hablar mal de ese gamo joven, comparándole sencillamente, porque es imberbe, con una mujer. Es preciso ser un malvado para decir o pensar semejante cosa. ¡Hay diferencia!

En efecto, cuando te acercas a una mujer, es por delante; y por eso te besa en la cara. Pero el gamo joven, cuando te acercas a él, tiene que encorvarse, y de esa manera ¡figúrate! besa la tierra: ¡Hay diferencia!

'Otro ha dicho:

¡Oh hermoso niño, eras mi esclavo, y te liberté para utilizarte en ataques infecundos! Porque tú, siquiera, no puedes criar huevos en tu seno.

En efecto, ¡qué espantoso sería para mí aproximarme a una mujer virtuosa de anchas caderas! ¡En cuanto la cabalgase, me daría tantos hijos, que no podría contenerlos toda la comarca!

'Otro ha dicho:

Mi esposa me dirigió tantas miradas picarescas y se puso a mover las caderas con tanta elasticidad, que me dejé arrastrar a nuestro lecho; largo tiempo evitado. ¡Pero no pudo lograr que se despertase el querido niño a quien solicitaba!

Entonces me gritó, furiosa: '¡Si no le obligas inmediatamente a endurecerse para cumplir sus deberes y penetrar, no te asombres si mañana, al despertarte, eres cornudo!'

'Otro ha dicho

Generalmente se piden a Alah, mercedes y beneficios levantando los brazos. ¡Pero las mujeres son de otro modo! ¡Para solicitar los favores de su amante levantan las piernas y los muslos! ¡El ademán es seguramente más meritorio, pues se dirige a sus profundidades!

Por último, otro ha dicho:

¡Que ingenuas son a veces las mujeres! ¡Como tienen trasero se figuran que nos lo pueden ofrecer en caso necesario, por analogía! ¡He demostrado a una de ellas, cuánto se equivocaba!

Esta joven había venido a buscarme con una vulva en verdad lo más excelente posible. Pero yo le dije: '¡No hago esas cosas de tal manera!'

Ella me contestó: '¡Si, ya lo sé, este siglo abandona la moda antigua! ¡Pero no importa! ¡Estoy al corriente!' ¡Y se volvió y presentó a mis miradas un orificio tan vasto como el abismo del mar!

Pero yo dije: '¡Te doy las gracias de veras señora mía, te doy mil gracias! ¡Veo que tu hospitalidad es muy amplia! ¡Y temo perderme en un camino cuya brecha resulta mayor que la de una ciudad tomada por asalto!'

Cuando Kamaralzamán oyó todos aquellos versos, comprendió que no había medio de equivocarse acerca de las intenciones de Sett-Budur, a quien seguía tomando por el rey, y vio que no le serviría de nada resistirse más; y por otra parte, también sentía curiosidad de saber a qué atenerse sobre la moda nueva de que hablaba el poeta...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente."

Continuará: La ducentésima trigésima tercera noche...

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sábado, 28 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima trigésima primera noche

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"Y cuando llegó la 231ª noche

Ella dijo:

'...y no olvides las acertadas frases de uno de nuestros más exquisitos poetas:

¡Nuestro siglo recuerda aquellos tiempos delicados en que vivía el venerable Lot, pariente de Abraham, el amigo de Alah!

¡El anciano Lot tenía una barba cual la sal, que servía de marco a un rostro juvenil, en el cual respiraban las rosas!

¡En su ciudad ardiente, visitada por ángeles, hospedaba a los ángeles, y en cambio daba sus hijas a la muchedumbre!

¡El cielo mismo le libró de su antipática mujer, inmovilizándola al cuajarla en sal fría y sin vida! ¡En verdad os digo que este siglo encantador pertenece a los jóvenes!

Cuando Kamaralzamán oyó estos versos y comprendió su significado, quedóse turbadísimo y se sonrojaron como una ascua sus mejillas; después dijo: '¡Oh rey! tu esclavo te confiesa su falta de afición a esas cosas a las cuales no pudo acostumbrarse. ¡Además, soy harto joven para soportar pesos y medidas que no podría tolerar la espalda de un ganapán viejo!'.

Al oír estas palabras, Sett-Budur se echó a reír a carcajadas, y luego dijo a Kamaralzamán: '¡Verdaderamente, oh joven delicioso, no sé por qué te asustas! Oye lo que tengo que decirte respecto al particular: o eres un adolescente o una persona mayor. Si eres lo primero, o no has llegado a la edad de la responsabilidad, nada te podrán echar en cara; pues no deben censurarse ni considerarse con mirada dura y violenta los actos sin importancia de los menores; si tienes una edad responsable, y así me lo parece al oírte discutir con tanto raciocinio, ¿por qué has de vacilar o asustarte ya que eres dueño de tu cuerpo y puedes dedicarlo al uso que prefieras, y lo que está escrito sucede?

Sobre todo, piensa que yo soy el que debería asustarse, puesto que soy más pequeño que tú; pero yo me aplico estos versos tan perfectos del poeta:

Estando mirándome el niño, mi zib se movió. Entonces exclamó él: '¡Es enorme!' Y yo le dije: '¡Así es fama!'

El replicó: '¡Apresúrate a demostrarme su heroísmo y resistencia!' Pero yo le dije: '¡Eso no es lícito!' El me replicó: '¡Para mi es muy lícito! ¡Apresúrate a manejarlo!' ¡Entonces lo hice pero sólo por obediencia y cortesía!

Cuando Kamaralzamán oyó tales palabras y versos, vio que la luz se convertía en tinieblas delante de sus ojos, y bajó la cabeza, y dijo a Sett-Budur: '¡Oh rey lleno de gloria! ¡Tienes en tu palacio muchas jóvenes y esclavas, y vírgenes muy bellas y tales como ningún rey de este tiempo las posee! ¿Por qué has de abandonar todo eso sólo por mí? ¿No sabes que te es lícito hacer con las mujeres cuanto pueda atraer tus deseos o alentar tu curiosidad y provocar tus ensayos?'

Pero Sett-Budur sonrió, cerrando a medias los párpados y mirándole de reojo, y después contestó: '¡Nada más cierto que lo que dices, oh mi prudente visir tan hermoso! Pero ¿qué hacer, cuando nuestra afición varía de deseo, cuando nuestros sentidos se afinan o transforman, y cuando cambia la naturaleza de nuestro humor? Pero dejémonos de una discusión que no conduce a nada, y oigamos lo que dicen respecto a eso nuestros poetas más estimados. Escucha algunos de sus versos:

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima trigésima segunda noche...

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viernes, 27 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima trigésima noche

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"Y cuando llegó la 230ª noche

Ella dijo:

...¡Oh Kamaralzamán! ¿Cuál puede ser la causa de suceso tan extraño?'

Reflexionó otro rato, y después exclamó: '¡Por Alah! ¡He dado con la causa; pero sea confundido Eblis! Seguramente este rey, que es muy joven y hermoso, debe de creerme aficionado a muchachos, y sólo me demuestra tanta amabilidad por esto. Pero ¡por Alah! no puedo aceptar semejante función. Y es necesario poner en claro sus proyectos; y si efectivamente pretendiera eso de mí, le devolvería en el acto cuanto me ha dado, y abdicaría mi empleo de gran visir, y me volvería a mi jardín'.

Y Kamaralzamán fue inmediatamente a ver al rey, y le dijo: '¡Oh rey afortunado! en verdad que colmaste a tu esclavo de honores y consideraciones que no suelen otorgarse más que a venerables ancianos encanecidos en la sabiduría; y yo no soy más que un joven entre los más jóvenes. ¡De modo que si todo esto no tuviera una causa desconocida, sería el prodigio más inmenso entre los prodigios!'

Oídas estas palabras, Sett-Budur sonrió y miró a Kamaralzamán con ojos lánguidos, y le dijo: 'Efectivamente, mi hermoso visir, todo eso tiene su causa, y es el cariño que tu belleza ha encendido súbitamente en mi hígado. Pues en verdad que me ha cautivado en extremo tu tez tan delicada y tranquila'.

Pero Kamaralzamán dijo: '¡Prolongue Alah los días del rey! Pero tu esclavo tiene una esposa a quien ama, y por la cual llora todas las noches desde una aventura extraña que le alejó de ella. ¡Por eso, oh rey, tu esclavo te pide permiso para irse a viajar después de haber dejado en tus manos los cargos con que has tenido a bien honrarle!'

Pero Sett-Budur cogió la mano al joven, y le dijo: '¡Oh mi hermoso visir, siéntate! ¿Por qué vienes a hablarme de viaje y partida? Quédate aquí, junto al que arde por tus ojos y está dispuesto, si quieres compartir su pasión, a hacerte reinar con él en este trono. Porque has de saber que yo también fui nombrado rey a consecuencia del afecto que el rey viejo me manifestó, y de lo amable que para él he sido. Ponte ya al corriente, ¡oh joven gentilísimo! de las costumbres de este siglo, en el cual la prioridad corresponde de derecho a los seres bellos, y no olvides las acertadas frases de uno de nuestros más exquisitos poetas...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente."

Continuará: La ducentésima trigésima primera noche...

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jueves, 26 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima novena noche

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"Y cuando llegó la 229ª noche

Ella dijo:

'¡Coged a ese, joven y llevadle al hammam! ¡Después le vestiréis suntuosamente, y me lo volveréis a presentar mañana por la mañana, a la primera hora del diwán!' Y lo mandado se ejecutó al momento.

Sett-Budur fue a buscar a su amiga Hayat-Alnefus, y le dijo: '¡Amiga mía, nuestro adorado está de vuelta! ¡Por Alah! he combinado un plan admirable para que nuestro encuentro no sea un golpe funesto para el que de jardinero se ve convertido en rey sin transición. Y es un plan que si se escribiera con una aguja en el ángulo interior del ojo, serviría de lección a los aficionados a instruirse. Y Hayat-Alnefus se puso tan contenta, que se echó en brazos de Sett-Budur, y ambas aquella noche fueron muy formales, para prepararse a recibir con toda frescura al amado de su corazón.

Y por la mañana llevaron al diwán a Kamaralzamán, suntuosamente vestido. Y el hammam había devuelto a su rostro todo su resplandor, y el traje ligero y bien ceñido realzaba su cintura fina y sus nalgas montañosas. Y todos los emires, personajes y chambelanes no se sorprendieron al oír al rey decir al gran visir: '¡Darás a este joven cien esclavos para que le sirvan, y le proporcionarás por cuenta del Tesoro emolumentos que sean dignos del cargo que le voy a conferir ahora mismo!'. Y le nombró visir entre los visires, y le dio tren de casa y caballos, y mulos y camellos, sin contar arcas llenas y armarios. Después se retiró.

Al día siguiente, Sett-Budur -siempre bajo la apariencia de rey de la isla de Ébano- mandó comparecer al nuevo visir, y destituyó de su empleo al gran visir, y después nombró a Kamaralzamán gran visir en su lugar; y Kamaralzamán entró enseguida en el Consejo, y la asamblea fue dirigida por su autoridad.

Sin embargo, cuando se levantó la sesión del diwán, Kamaralzamán empezó a reflexionar profundamente, y dijo para sí: '¡Los honores que me otorga este joven monarca y la amistad con que me honra deben tener seguramente algún origen! Pero ¿cuál será? Los marineros me cogieron y trajeron aquí acusado de haber ensartado a un niño cuando suponían que fuese yo un ex cocinero del rey. Y éste, en vez de castigarme, me envía al hammam, y me da un alto cargo y todo lo demás. ¡Oh Kamaralzamán! ¿Cuál puede ser la causa de suceso tan extraño?'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima trigésima noche...

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miércoles, 25 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima octava noche

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"Pero cuando llegó la 228ª noche

Ella dijo:

...'Yo cumplo mi deber con entregarte al rey. ¡Si eres inocente, ya te arreglarás como puedas!'

A todo esto, el barco llegó a la isla de Ébano con felicidad. Y el capitán llevó enseguida a Kamaralzamán a palacio, y solicitó ver al rey. Y como le aguardaban, se le introdujo en la sala del trono.

Y Sett-Budur, para no delatarse, por interés tanto suyo como de Kamaralzamán, había combinado un plan muy acertado, sobre todo para ser discurrido por una mujer.

Y cuando miró al que el capitán traía, a la primera ojeada conoció a su adorado Kamaralzamán, y se quedó muy pálida y amarilla como el azafrán. Y todos atribuyeron su cambio de color a la ira por el recuerdo a la ensartadura del niño. Ella le miró mucho tiempo sin poder hablar, mientras Kamaralzamán, con su traje viejo de jardinero, había llegado al límite de la confusión y el temblor. Y estaba muy distante de figurarse que se encontraba en presencia de aquella por quien había vertido tantas lágrimas y experimentado tantas penas, zozobras y malos tratos.

Por fin pudo dominarse Sett-Budur, y se volvió hacia el capitán, y le dijo: '¡Como premio por tu fidelidad, te quedarás con el dinero que te di por las aceitunas!' El capitán besó la tierra, y dijo: '¿Y los otros veinte tarros de esta última vez que están todavía en el Bollado?' Budur dijo: 'Si has traído otros veinte tarros, apresúrate a mandármelos. ¡Y te pagaré mil dinares de oro!' Y le despidió.

Después se volvió hacia Kamaralzamán, que estaba con los ojos bajos, y dijo a los chambelanes: '¡Coged a ese joven y llevadle al hammam...!

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente."

Continuará: La ducentésima vigésima novena noche...

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martes, 24 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima séptima noche

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"Pero cuando llegó la 227ª noche

Ella dijo:

... Y le señaló a los marineros, que se guiñaban el ojo al mirarlo, pues les parecía muy bien disfrutar de aquella ganga.

Al oír tales palabras, Kamaralzamán que aunque libertado de las ataduras desde que llegó a la nave no había dicho palabra, dejándose llevar por el Destino, no pudo soportar tamaña imputación, y exclamó: '¡Me refugio en Alah! ¿No te da vergüenza hablar de ese modo ¡Oh capitán!? ¡Reza por el profeta!' El capitán contestó: 'Sean con Él y con todos los suyos la bendición de Alah y la plegaria! ¡Pero tú fuiste el que ensartó al chico!' Al oír estas palabras, Kamaralzamán exclamó otra vez; '¡Me refugio en Alah!' El capitán replicó: '¡Tenga Alah misericordia de nosotros! ¡Nos ponemos bajo su custodia!'

Y Kamaralzamán repuso: '¡Os juro a todos vosotros por la vida del Profeta (¡sean con Él la plegaria y la paz!), que no entiendo nada de semejante acusación, y que nunca he puesto los pies en esa isla de Ébano a la cual me lleváis, ni en el palacio de su rey! ¡Rezad por el Profeta, oh buena gente!' Entonces todos replicaron, como se acostumbra: '¡Sea con Él la bendición! '

Pero el capitán replicó: '¿De modo que nunca has sido cocinero ni has ensartado a ningún niño en tu vida?' Kamaralzamán, en el límite de la indignación, escupió al suelo, y gritó: '¡Me refugio en Alah! ¡Haced de mí lo que queráis, pues, por Alah, mi lengua no se volverá a mover para contestar a tales cosas!' Y ya no quiso decir palabra. Entonces el capitán dijo: 'Yo cumplo mi deber con entregarte al rey. ¡Si eres inocente, ya te arreglarás como puedas!'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima vigésima octava noche...

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lunes, 23 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima sexta noche

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"Pero cuando llegó la 226ª noche

Ella dijo:

'...te mandaría matar, lo mismo que a los de tu tripulación'.

Al oír estas palabras, el capitán no pudo contestar más que oyendo y obedeciendo, y a pesar del perjuicio que salida tan forzada pudiera ocasionar a sus mercaderías, supuso que a la vuelta le indemnizaría el rey, y se dio a la vela. Y le permitió Alah una navegación tan feliz, que llegó en pocos días a la ciudad descreída, y desembarcó de noche con los marineros más robustos de su tripulación.

En aquel momento, Kamaralzamán, que había acabado su labor del día, estaba sentado muy triste, y con lágrimas en los ojos recitaba versos sobre la ausencia. Pero al oír llamar a la puerta, se levantó y fue a preguntar: '¿Quién va? El capitán, fingiendo voz cascada, dijo: '¡Un '' pobre de Alah!' Al oír esta súplica, dicha en árabe, Kamaralzamán, cuyo corazón latió de piedad, abrió. Pero inmediatamente fue cogido y agarrotado, y los marineros invadieron el jardín, y al ver los veinte tarros colocados como la primera vez, se apresuraron a cogerlos. Después volvieron todos al barco, y se dieron inmediatamente a la vela.

Entonces el capitán, rodeado por sus hombres, se acercó a Kamaralzamán y le dijo: '¡Ah! ¿Conque eres tú el aficionado a muchachos, que desgarraste al niño en la cocina del rey? ¡Cuando llegue el barco, encontrarás el palo dispuesto a hacerte lo propio, como no prefieras que ahora mismo te ensarten estos mozos continentes!' Y le señaló a los marineros, que se guiñaban el ojo al mirarlo, pues les parecía muy bien disfrutar de aquella ganga.

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domingo, 22 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima quinta noche

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"Pero cuando llegó la 225ª noche

Ella dijo:

...¡Acababa de reconocer la cornalina que llevó en otro tiempo sujeta al nudo de seda del calzón!

Al volver en sí, merced a los cuidados de Hayat-Alnefus, Sett-Budur cogió la cornalina talismánica y se la llevó a los labios, exhalando un suspiro de felicidad: después, para que las esclavas no se enteraran de su disfraz, las despidió a todas, y dijo a su amiga: '¡He aquí, ¡oh amada mía querida! el talismán causante de que estemos separados mi esposo adorado y yo! ¡Pero así como he dado con él, pienso volver a encontrar a aquel cuya venida nos llenará de felicidad a ambas!'

Inmediatamente mandó llamar al capitán de la nave, que se le presentó, y besó la tierra entre sus manos, y aguardó que le preguntaran. Entonces Budur le dijo: '¿Puedes decirme, ¡oh capitán! lo que hace en su tierra el amo de los tarros de aceitunas?' El capitán respondió: 'Es ayudante de jardinero, y había de embarcarse con sus aceitunas para venir a venderlas aquí, pero no llegó a tiempo al barco'. Budur le dijo: 'Pues bien; sabe, ¡oh capitán! que al probar las aceitunas, de las cuales las mejores están, efectivamente, rellenas, he descubierto que el que las ha preparado no puede ser más que uno que fue cocinero mío, pues era el único que sabía dar al relleno de alcaparras ese sabor picante y suave a la vez que me gusta infinito. Y ese maldito cocinero se escapó, temiendo que le castigaran por haber perjudicado a un pinche al tratar de acariciarlo de una manera harto dura y poco proporcionada. Por consiguiente, es menester que te des a la vela y me traigas lo antes posible a ese ayudante de jardinero, porque sospecho mucho que sea mi cocinero, autor del desgarrón de su delicado pinche. Y te recompensaré con liberalidad si cumples mis órdenes con gran diligencia; de lo contrario, no te permitiré volver más a mi reino; y como volvieras, te mandaría matar, lo mismo que a los de tu tripulación...

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sábado, 21 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima cuarta noche

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"Pero cuando llegó la 224ª noche

Ella dijo:

...El capitán contestó: 'Según el precio del zoco de la isla de Ébano, creo que cada tarro de aceitunas valdrá cien dracmas'.

Sett-Budur dijo a sus chambelanes: '¡Pagad al capitán mil dracmas por: cada tarro!' Y añadió: 'Cuando vuelvas al país del mercader, le pagaras eso por las aceitunas'. Y se fue, seguida de los que cargaron con los tarros de aceitunas.

La primera diligencia de Sett-Budur al llegar a palacio fue entrar en el aposento de su amiga Hayat- Alnefus para avisarle de la llegada de las aceitunas. Y cuando los tarros fueron llevados al interior del harem, según las órdenes dadas, Budur y Hayat-Alnefus, en el colmo de la impaciencia, mandaron traer la fuente mayor de las de dulce, y ordenaron a las esclavas que levantaran con cuidado el primer tarro y vaciaran en ella el contenido todo, formando un montón bien acondicionado, en el que se pudieran distinguir las aceitunas con hueso de las deshuesadas. ¡Y cuál no sería el maravillado pasmo de Budur y su amiga al ver mezclados con las aceitunas barras y polvo de oro! Y esta sorpresa tenía algo de decepción, por pensar que tal mezcla podía haber echado a perder las aceitunas; de modo que Budur mandó traer otras fuentes y vaciar los demás tarros, uno tras otro, hasta el vigésimo. Pero cuando las esclavas hubieron volcado el último, y apareció el nombre de Kamaralzamán en la base, y brilló el talismán en medio de las aceitunas, Budur lanzó un grito, se puso palidísima, y cayó desmayada en brazos de Hayat-Alnefus. ¡Acababa de reconocer la cornalina que llevó en otro tiempo sujeta al nudo de seda del calzón!

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viernes, 20 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima tercera noche

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"Pero cuando llegó la 223ª noche

Ella dijo:

'...que tienen una piel muy fina y una pulpa dulce, jugosa, del color del aceite rubio'.

Cuando la princesa Budur oyó nombrar las aceitunas, que le gustaban con delirio, interrumpió al capitán, y le preguntó brillándole los ojos de deseo: '¡Ah! ¿Y cuánta cantidad tienes de esas aceitunas 'de pájaro?' Contestó: 'Tenemos veinte tarros grandes'. Ella dijo: '¿Son muy grandes? ¡Dímelo! ¿Y tienen también aceitunas de las que se llaman rellenas, es decir, de las que les han quitado los huesos para sustituirlos con alcaparras ácidas, y que mi alma prefiere con mucho a las que tienen hueso?' El capitán abrió los ojos, y dijo: 'Supongo que también las habrá en esos tarros'. Al oírle, la princesa Budur notó que se le hacía la boca agua con el deseo no satisfecho, y dijo: 'Quiero comprar uno de esos tarros'. Y el capitán contestó: 'Aunque al propietario se le escapó el barco en el momento de zarpar y no puedo disponer libremente de ellos, nuestro señor el rey tiene derecho a coger lo que quiera'.

Y gritó: '¡Hola! ¡Traiga uno de vosotros del sollado uno de los veinte tarros de aceitunas!' Y enseguida los marineros sacaron del sollado y trajeron uno de éstos.

Sett-Budur mandó levantar la tapa, y le maravilló tanto el aspecto admirable de aquellas aceitunas 'de pájaro', que exclamó: 'Quisiera comprar los veinte tarros. ¿Cuánto costarán, según el precio corriente del zoco?' El capitán contestó: 'Según el precio del zoco de la isla de Ébano, creo que cada tarro de aceitunas valdrá cien dracmas'.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima vigésima cuarta noche...

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jueves, 19 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima segunda noche

____________________________

"Pero cuando llegó la 222ª noche

Ella dijo:

... y fue a fondear precisamente debajo del malecón en que se elevaba el palacio habitado por la princesa Budur con el nombre de Kamaralzamán.

Al ver aquella nave que entraba a toda vela y ondeando el pabellón, Sett-Budur sintió vivos deseos de ir a verla, tanto más cuanto que siempre tenía la esperanza de que había de encontrar algún día a su esposo Kamaralzamán embarcado en alguno de los navíos que venían de lejos. Mandó a algunos de sus chambelanes que la acompañaran, y fue a bordo del buque, del cual le dijeron, por otra parte, que venía cargado de ricas mercaderías.

Al llegar a bordo, mandó llamar al capitán, y le dijo que quería ver la nave. Después, cerciorada de que Kamaralzamán no se encontraba entre los pasajeros, preguntó por curiosidad al capitán: '¿De qué viene cargado el barco, capitán?' Este contestó: '¡Oh señor! Además de los mercaderes pasajeros, llevamos en el sollado ricas telas, sederías de todos los países, bordados en terciopelo y brocados, telas pintadas, antiguas y modernas, de muy buen gusto, y otras mercancías de valor; llevamos medicamentos chinos e indios, drogas en polvo y en rama, díctamos, pomadas, colirios, ungüentos y bálsamos preciosos; llevamos pedrería, perlas, ámbar amarillo y coral, tenemos también perfumes de todas clases y especies selectas; almizcle, ámbar gris e incienso, almáciga en lágrimas transparentes, benjuí gurí y esencias de todas las flores; tenemos asimismo alcanfor, culanto, cardamomo, clavo, canela de Serendib, tamarindo y jengibre: finalmente, hemos embarcado en el último puerto aceitunas superiores, de las llamadas 'de pájaro', que tienen una piel muy fina y una pulpa dulce, jugosa, de color del aceite rubio...

En este momento de su narración. Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima vigésima tercera noche...

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miércoles, 18 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima primera noche

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"Pero cuando llegó la 221ª noche

Ella dijo:

... pero fue para ver que el barco, a toda vela, iba ya obedeciendo al viento favorable hacia alta mar.

Extremado fue el dolor de Kamaralzamán al ver aquello pero no lo exteriorizó, para que no se riera a costa suya la gentuza del puerto. Y volvió a emprender tristemente el camino del jardín, del cual era ya único heredero y propietario por fallecimiento del anciano. Y en cuanto llegó a la casita, se desplomó en un colchón, y lloró por sí mismo, y por su amada Budur, y por el talismán que acababa de perder por segunda vez.

La aflicción de Kamaralzamán no tuvo límites cuando se vio obligado por el destino feroz a quedarse hasta fecha desconocida en aquel país inhospitalario; y el pensamiento de haber perdido para siempre el talismán de Sett-Budur le desesperaba más, y decía para sí: '¡Mis desdichas empezaron con la pérdida del talismán y volvió la buena suerte cuando lo recobré; y ahora que lo he vuelto a perder, quién sabe las calamidades que me caerán encima!'

Sin embargo, acabó por exclamar: '¡No hay más recurso que Alah el Altísimo!' Después se levantó, y para no exponerse a perder las otras diez tinajas que constituían el tesoro subterráneo, fue a comprar otros veinte tarros; puso en ellos las barras y el polvo, y los acabó de llenar con aceitunas hasta arriba, diciendo para sí: '¡Así estarán preparados el día que Alah quiera que me embarque!' Y volvió a regar las legumbres y los árboles frutales, recitando versos muy tristes relativos a su amor hacia Budur. Eso en cuanto a Kamaralzamán.

En cuanto al buque, tuvo vientos favorables, y no tardó en llegar a la isla de Ébano, y fue a fondear precisamente debajo del malecón en que se elevaba el palacio habitado por la princesa Budur con el nombre de Kamaralzamán.

En este momento de su narración. Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima vigésima segunda noche...

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martes, 17 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima vigésima noche

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"Pero cuando llegó la 220ª noche

Ella dijo:

... Y cogieron los tarros y se fueron.

Entonces Kamaralzamán entró en la habitación del jardinero y le encontró la cara palidísima, aunque llena de gran serenidad. Le preguntó cómo estaba, y entonces se enteró de que hallábase enfermo, y a pesar de las palabras que el otro le decía para tranquilizarle, no dejó de alarmarse mucho. Le hizo tomar varios cocimientos de hierbas verdes, pero sin gran resultado. Después le acompañó todo el día, y le veló por la noche, y pudo ver qué el mal se agravaba. Y por la mañana, el buen jardinero, que apenas tenía fuerzas para llamarle hacia su cabecera, le cogió de la mano y le dijo: '¡Kamaralzamán, hijo mío, escucha! ¡No hay más Dios que Alah! ¡Y nuestro señor Mohammed es el enviado de Alah!' Y expiró.

Entonces Kamaralzamán rompió en llanto, y estuvo mucho tiempo llorando a su lado. Se levantó después, le cerró los ojos, le rindió el último tributo, le hizo un sudario blanco, abrió la huesa y enterró al último musulmán de aquel país caído en el descreimiento. Y entonces pensó en embarcarse.

Compró ciertas provisiones, cerró la puerta del jardín, se llevó la llave consigo, y corrió a escape al puerto, cuando el sol estaba ya muy alto; pero fue para ver que el barco, a toda vela, iba ya obedeciendo al viento favorable hacia alta mar.

En este momento de su narración. Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima vigésima primera noche...

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lunes, 16 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima decimonona noche

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Pero cuando llegó la 219ª noche

Ella dijo:

… Serán el premio de aquel que entierre el sudario en que yo duerma.

‘Pero hay más. Lo difícil no es eso, sino embarcar las vasijas en el navío sin llamar la atención y excitar la codicia de los hombres de alma negra que habitan en la ciudad. Ahora bien; en mi jardín hay olivos cargados de fruto y en el sitio adonde vas, en la isla de Ébano, las aceitunas son cosa rara y muy estimada. De modo que ahora mismo voy a comprar veinte tarros grandes, que llenaremos a medias de barras y polvo de oro, acabándolas de llenar con las aceitunas de mi jardín. Y entonces será cuando podamos llevarlos sin temor al barco que va a salir.’

Este consejo fue seguido inmediatamente por Kamaralzamán, que se pasó el día preparando los tarros comprados. Y cuando no le quedaba por llenar más que uno, dijo para sí: ‘Este talismán milagroso, no está bastante seguro arrollado a mi brazo; pueden robármelo mientras duermo o perderse de otra manera. ¡Lo mejor es, seguramente, colocarlo en el fondo de este tarro; después lo cubriré con las barras y el polvo de oro, y encima colocaré las aceitunas!’ Y enseguida ejecutó su proyecto; y terminado que fue aquello, tapó el último tarro con su tapa de madera blanca, y para distinguirlo de los otros en caso necesario, le hizo una muesca en la base, y después, enardecido por aquel trabajo, grabó con una navaja todo su nombre, Kamaralzamán, en hermosos caracteres enlazados. Concluida tal tarea, rogó a su anciano amigo que avisase a los hombres de la nave para que al día siguiente fueran a recoger los tarros. Y el viejo desempeñó enseguida el encargo, y regresó a casa un tanto fatigado, y se acostó con un poco de calentura y algunos escalofríos.

A la mañana siguiente, el anciano jardinero, que en su vida había estado enfermo, notó que se acrecentaba el mal de la víspera, pero no quiso decírselo a Kamaralzamán, para no amargarle la salida. Se quedó en el colchón, presa de una gran debilidad, y comprendió que iba a llegar su último momento. Durante el día, los hombres de la nave fueron al jardín a recoger los tarros, y dijeron a Kamaralzamán, que les había abierto la puerta, que les indicase lo que tenían que recoger.

El joven les llevó junto a la verja y les enseñó los veinte tarros, bien colocados, diciéndoles: ‘¡Están llenos de aceitunas de primera calidad! ¡Os ruego, pues, que tengáis cuidado para no estropearlas!’ Luego, el capitán que había acompañado a sus hombres, dijo a Kamaralzamán: ‘¡Sobre todo, señor, no dejes de ser puntual; porque mañana el viento soplará de tierra y nos daremos a la vela enseguida!’

Y cogieron los tarros y se fueron...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló.”

Continuará: La ducentésima vigésima noche

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domingo, 15 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima decimoctava noche

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"Pero cuando llegó la 218ª noche

Ella dijo:

¡... al morir en mi soledad dejaré a mi lado, a fin de que el caminante caritativo envuelva en él mis despojos para el día del juicio!'

Y esta vez le tocó llorar a Kamaralzamán. Luego dijo al viejo: '¡Oh padre de la sabiduría! ¡Oh jeique de manos perfumadas! ¡La santa soledad en que pasas tus años pacíficos borra ante tus ojos las leyes que dictó el rebaño adánico acerca de lo justo y de lo injusto, de lo falso y lo verdadero! ¡Pero yo he de volver a vivir entre los humanos feroces, y no puedo olvidar tales leyes, so pena de ser devorado! ¡Así, pues, si quieres, repartámonoslo! ¡Tomaré la mitad y tú la otra mitad! ¡Si no, no tocaré absolutamente nada!'

Entonces el anciano jardinero contestó: 'Hijo mío, mi madre me parió aquí mismo hace noventa años, y después murió; mi padre murió también. Y el ojo de Alah ha seguido mis pasos, y he crecido a la sombra de este jardín y escuchado el rumor del arroyuelo natal. Tengo cariño a este jardín y a este arroyo, ¡oh hijo mío! y al murmurador follaje, y a este sol, y a esta tierra materna en que mi sombra se alarga en libertad y se conoce a sí misma, y a la luna, que de noche me sonríe por encima de los árboles hasta la mañana. ¡Todo esto habla conmigo!, ¡oh hijo mío! Te lo digo para que sepas la razón que me sujeta aquí y me impide partir en tu compañía hacia los países musulmanes. Soy el único musulmán de este país en que vivieron mis antepasados. ¡Blanqueen, pues, en él mis huesos, y que el último musulmán muera con la cara vuelta hacia el sol que ilumina una tierra inmunda ahora, mancillada por los hijos bárbaros del oscuro Occidente!'

Así habló el anciano de las manos temblorosas. Después añadió: 'En cuanto a esas tinajas preciosas que te preocupan, toma, si lo deseas las diez primeras, y deja las otras diez en la cueva. Serán el premio de aquel que entierre el sudario en que yo duerma.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima decimonona noche...

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sábado, 14 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima decimoséptima noche

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"Pero cuando llegó la 217ª noche

Ella dijo:

'...otra noticia que creo ha de contentarte, aunque ignores la avidez de los hombres del siglo, y tu corazón esté puro de toda ambición! ¡Tómate el trabajo de venir conmigo al jardín, y te enseñaré, ¡oh padre mío! la fortuna que te envía la suerte misericordiosa!'

Llevó entonces al jardinero al sitio en que se erguía el algarrobo desarraigado, levantó la chapa, y sin reparar en la sorpresa y espanto de su amigo, le hizo bajar a la cueva, y destapó delante de él las veinte tinajas llenas de oro en barras y en polvo. Y el buen jardinero, como atontado, levantaba las manos y abría extremadamente los ojos ante cada tinaja, diciendo: '¡Ya Alah!' Después Kamaralzamán le dijo: '¡He aquí ahora tu hospitalidad recompensada por el Dador! ¡La propia mano que el extranjero te alargaba para que le socorrieras en la adversidad, con el mismo ademán hace correr por tu morada el oro! ¡Así lo quieren los destinos propicios a las raras acciones animadas por la belleza pura y por la bondad de los corazones espontáneos!'

Al oír estas frases, el anciano jardinero, que no podía articular palabra, se echó a llorar, y las lágrimas resbalaban silenciosas por su larga barba y hasta por su pecho. Logró, por fin, hablar y dijo: 'Hijo mío, ¿qué quieres que haga un viejo como yo con este oro y estas riquezas? ¡Verdad es que soy pobre; pero con mi dicha me basta, y será completa si quieres darme sólo un dracma o dos para comprar un sudario, que al morir en mi soledad dejaré a mi lado, a fin de que el caminante caritativo envuelva en él mis despojos para el día del juicio!'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima decimoctava noche...

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viernes, 13 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima decimosexta noche

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"Pero cuando llegó la 216ª noche

Ella dijo:

Y abrió las otras dieciocho, y las encontró llenas alternativamente de barras y polvo de oro.

Repuesto de su sorpresa, Kamaralzamán salió entonces de la cueva, volvió a poner la chapa, acabó el trabajo, regó los árboles, según costumbre adquirida de ayudar al jardinero, y no acabó hasta por la noche, cuando volvió su anciano amigo.

Las primeras palabras que el jardinero dijo a Kamaralzamán fueron para darle una buena noticia. Díjole así: '¡Oh hijo mío! tengo la alegría de anunciarte tu próximo regreso al país de los musulmanes. He encontrado, en efecto, un barco fletado por mercaderes ricos que se dará a la vela dentro de tres días. He hablado con el capitán, que está conforme en darte pasaje hasta la isla de Ébano'. Al oír estas palabras, Kamaralzamán se alegró mucho, y besó la mano al jardinero, y le dijo: '¡Oh padre mío! ¡Puesto que acabas de darme una buena nueva, yo te he de dar también, a mi vez, otra noticia que creo ha de contentarte...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima decimoséptima noche...

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jueves, 12 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima decimoquinta noche

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"Pero cuando llegó la 215ª noche

Ella dijo:

... Separó entonces velozmente la tierra y los guijarros, dejando al descubierto una gran chapa de bronce, que se apresuró a quitar.

Entonces columbró una escalera de diez peldaños bastante altos abierta en la roca; y tras de haber pronunciado las palabras propiciatorias la ilah il'Alah, se dio prisa en bajar, y vio una ancha cueva cuadrada, de construcción muy antigua, de los tiempos remotos de Thammud y Aad; y en aquella cueva abovedada encontró veinte tinajas enormes, colocadas en orden a ambos lados. Levantó la tapa de la primera, y comprobó que estaba completamente llena de barras de oro rojo; levantó entonces la segunda tapa, y advirtió que la segunda tinaja estaba repleta de polvo de oro. Y abrió las otras dieciocho, y las encontró llenas alternativamente de barras y polvo de oro. '

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima decimosexta noche...

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miércoles, 11 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima decimocuarta noche

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"Pero cuando llegó la 214ª noche

Ella dijo:

...'¡Plegue a Alah que sea éste un presagio de dicha y la señal de que también encontraré a mi muy amada Budur!'

Después besó el talismán y se lo llevó a la frente, y enseguida lo envolvió con esmero en un pedazo de tela, y se lo ató alrededor del brazo, para evitar que se le perdiera otra vez. Y empezó a brincar de alegría.

Cuando se tranquilizó, recordó que el buen jardinero le había encargado que desarraigase un algarrobo añoso que ya no daba hojas ni fruto. Se ajustó, pues, un cinturón de cáñamo, se levantó las mangas, cogió una azada y un canasto, y puso inmediatamente manos a la obra, dando grandes golpes a las raíces del añoso árbol a ras de tierra. Pero de pronto notó que el hierro del instrumento chocaba con un cuerpo metálico y resistente, y oyó como un ruido sordo que se propagaba por debajo del suelo. Separó entonces velozmente la tierra y los guijarros, dejando al descubierto una gran chapa de bronce, que se apresuró a quitar.

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima decimoquinta noche...

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martes, 10 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima decimotercera noche

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"Pero cuando llegó la 213ª noche

Ella dijo:

... La colocaron sin soltarla en la tumba de la difunta, y con pocos y rápidos picotazos la despanzurraron para vengar su crimen, le arrancaron las entrañas, y tendieron el vuelo, dejándola en tierra palpitante y agónica...

¡Eso fue todo! Y Kamaralzamán había permanecido inmóvil de sorpresa ante un espectáculo tan extraordinario. Después, cuando las aves se fueron, impulsado por la curiosidad, acercóse al sitio en que yacía el ave criminal sacrificada, y al mirar el cadáver, vio en el estómago desgarrado una cosa colorada que le llamó mucho la atención. Se inclinó, y habiéndola recogido, cayó desmayado de emoción. ¡Acababa de encontrar la cornalina talismánica de Sett-Budur!

Cuando volvió de su desmayo, estrechó contra su corazón el precioso talismán, causa de tanto suspiro, zozobra, pena y dolor, y exclamó: '¡Plegue a Alah que sea éste un presagio de dicha y la señal de que también encontraré a mi muy amada Budur!'

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

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lunes, 9 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima duodécima noche

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"Pero cuando llegó la 212ª noche

Ella dijo:

...se había enterado de la misión encantadora que en adelante había de corresponder a todos sus órganos delicados. Entonces, como se acercaba la hora en que los padres iban a entrar, Hayat-Alnefus dijo a Budur: 'Hermana mía, ¿qué hay que decirle a mi madre, que me pedirá que le enseñe la sangre de mi virginidad?' Budur sonrió, y dijo: '¡La cosa es fácil!' Y fue a hurtadillas a coger un pollo y lo mató, y embadurnó con su sangre los muslos de la joven y las toallas, y le dijo: '¡No tienes más que enseñarles eso! Tal es la costumbre, que no permite investigaciones más hondas'. La joven le preguntó: 'Pero hermana mía, ¿por qué no quieres quitármelo tú misma, por ejemplo, con el dedo?' Budur contestó: '¡Ojos míos, porque, según te dije ya, te reservo para Kamaralzamán!'

Entonces entraron a ver a su hija el rey y la reina, pronto a estallar de furor contra ella y su esposo si no se hubiera consumado todo. Pero al ver la sangre, y los muslos enrojecidos, se alegraron ambos, y se esponjaron, y abrieron de par en par las puertas del aposento. Entonces entraron todas las mujeres, y resonaron gritos de júbilo, y el 'lu-lu-lú' de triunfo, y la madre, en el colmo del orgullo, colocó en un almohadón las toallas rojas, y seguida de toda la comitiva, dio así la vuelta al harem. Y todo el mundo se enteró así del fausto acontecimiento; y el rey dio una gran fiesta, y mandó sacrificar para los pobres un número considerable de carneros y camellos pequeños.

En cuanto a la reina y a las invitadas, volvieron a la habitación de Hayat-Alnefus, a la cual besaron todas entre los ojos, llorando y se estuvieron con ella hasta la noche, después de haberla llevado al hammam, envuelta en sedas, para que no pasara frío. ''

Y Sett-Budur siguió sentándose todos los días en el trono de la isla de Ébano, haciéndose querer por sus súbditos, que la creían hombre, y le deseaban larga vida. Pero al llegar la noche iba a buscar con mucho gusto a su joven amiga Hayat-Alnefus, la cogía en brazos, y se tendía con ella en el colchón. Y ambas, enlazadas hasta por la mañana, como esposo y esposa, se consolaban con toda clase de juegos y retozos delicados, aguardando la vuelta de su amado Kamaralzamán. ¡Eso en cuanto a ellas!

Y vamos ahora con Kamaralzamán. Se había quedado en la casa del buen jardinero musulmán, situada a extramuros de la ciudad habitada por los invasores inhospitalarios y sucios procedentes de los países de Occidente. Y su padre, el rey Schahramán, en las islas de Khadelán, al ver en el bosque los despojos ensangrentados, ya no dudó de la pérdida de su amado Kamaralzamán; y se puso de luto, lo mismo que todo el reino; y mandó edificar un monumento funerario, en el cual se encerró, para llorar en silencio la muerte de su hijo.

Y por su parte, Kamaralzamán, a pesar de la compañía del anciano, jardinero, que hacía cuanto podía por distraerle hasta la llegada de un barco que le llevase a la isla de Ébano, vivía triste, y recordaba con dolor los hermosos tiempos pretéritos.

Pero un día que el jardinero había ido, según costumbre, a dar una vuelta por el puerto con objeto de encontrar un barco que quisiera llevarse a su huésped, Kamaralzamán estaba sentado muy triste en el jardín, y se recitaba versos viendo jugar a las aves, cuando de pronto llamaron su atención los gritos roncos de dos aves grandes. Levantó la cabeza hacia el árbol del cual procedía el ruido, y vio una riña encarnizada a picotazos, arañazos y aletazos. Pero pronto cayó sin vida, precisamente delante de él, una de las aves, mientras la vencedora emprendía el vuelo.

Y he aquí que en el mismo instante dos aves mucho mayores, que habían visto el combate posadas en un árbol vecino, fueron a colocarse a los lados de la muerta; una se puso a la cabeza y otra a los pies, y después ambas abatieron tristemente el cuello, y echáronse a llorar.

Al ver aquello, Kamaralzamán se conmovió en extremo, y pensó en su esposa Sett-Budur, y luego, por simpatía hacia las aves, se echó a llorar también.

Pasado un rato, Kamaralzamán vio a las dos aves abrir con las uñas y los picos una huesa, y enterrar a la muerta. Luego echaron a volar, y a los pocos momentos volvieron a donde estaba el hoyo, pero llevando agarrado, una por una pata y otra por un ala, el ave matadora, que hacía grandes esfuerzos para huir y daba gritos espantosos. La colocaron sin soltarla en la tumba de la difunta, y con pocos y rápidos picotazos la despanzurraron para vengar su crimen, le arrancaron las entrañas, y tendieron el vuelo, dejándola en tierra palpitante y agónica...

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domingo, 8 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima undécima noche

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"Y cuando llegó la 211ª noche

Ella dijo:

...Y ambas, así enlazadas, se durmieron hasta por la mañana. Entonces Budur salió a despachar los asuntos del reino; y el padre y la madre de Hayat-Alnefus entraron a saber noticias de su hija.

El rey Armanos fue el primero en preguntar: 'Bueno, hija mía, ¡bendito sea Alah! ¡Todavía estás en la cama! ¿No estás muy rendida?' Ella contestó: '¡Nada de eso! ¡He descansado muy bien en brazos de mi hermoso esposo, que esta vez me dejó completamente desnuda, y me besó todo el cuerpo con besos muy delicados! ¡Ya Alah! ¡Qué delicioso era aquello! ¡Por todas partes sentí hormigueos numerosos y estremecimientos! ¡Sin embargo una vez me asustó diciéndome que me faltaba un dedo! ¡Pero fue en broma! ¡Y sus caricias me dieron luego tanto gusto, y sus manos se me antojaban tan suaves a mi piel, y tan cálidos se unían sus labios a mis labios, que me ha parecido soñar hasta por la mañana, creyéndome en el paraíso!'

Entonces la madre preguntó: '¿Pero en dónde están las toallas? ¿Has perdido mucha sangre, hija mía?' Y la joven, asombrada, contestó: '¡No he perdido ninguna!'

Al oír estas palabras, el padre y la madre, en el colmo de la desesperación, se abofetearon, gritando: '¡Oh vergüenza y desgracia para nosotros! ¿Por qué nos desprecia tanto tu esposo y te desdeña hasta tal punto?'

Después el rey enfurecióse paulatinamente, y se retiró gritando a su esposa con voz bastante fuerte para que le oyera la joven: '¡Si esta noche no cumple Kamaralzamán su deber quitando la virginidad a nuestra hija y salvando así el honor de todos nosotros, sabré castigar su indignidad! ¡Le expulsaré de palacio, después de hacerle bajar del trono que le he dado, y no sé si le someteré a castigo más terrible todavía!' Y dichas estas palabras, el rey Armanos salió del aposento de su consternada hija, seguido de su esposa, cuya nariz se le había alargado hasta los pies.

Y cuando llegó la noche y Sett-Budur entró en la habitación de Hayat-Alnefus, la encontró muy triste, con la cabeza metida entre las almohadas, y sacudida por los sollozos. Se acercó a ella, besándole en la frente, secándole las lágrimas, y al preguntarle el motivo de su pesar, Hayat-Alnefus le dijo con voz conmovida: '¡Oh mi amado señor! ¡Mi padre quiere desposeerte del reino que te ha dado, y despedirte de palacio, y no sé qué más pretenden hacer contigo! ¡Y todo porque no quieres quitarme la virginidad, salvando así el honor de su nombre y de su raza! ¡Se ha empeñado en que eso se haga esta noche misma! ¡Y yo!, ¡oh dueño amado! ¡Te lo digo, no para impulsarte a tomar lo que debes tomar, sino para librarte del peligro que te amenaza! ¡Pues todo el día mi padre premedita contra ti! ¡Ah! ¡Por favor, date prisa a quitarme la virginidad, y haz de modo que, como dice mi madre, las toallas blancas se pongan todas rojas! ¡Yo me confío por completo a tu saber, y pongo todo mi cuerpo y mi alma en tus manos! ¡Pero tú has de decidir lo que tengo que hacer para eso!'

Al oír estas palabras, Sett-Budur dijo para sí: '¡Llegó el momento! ¡Ya veo que no hay medio de aplazar las cosas! ¡Pondré mi fe en Alah!' Y dijo a la joven: 'Ojos míos, ¿me quieres mucho?' La otra contestó: '¡Tanto como el cielo!' Budur la besó en la boca, y preguntó: '¿Y como a qué más?' La joven respondió, estremecida ya por el beso: '¡No lo sé, pero mucho!' Budur le preguntó otra vez: 'Ya que me quieres tanto, ¿habrías sido feliz si en vez de ser tu esposo hubiese sido sólo tu hermano?' La joven palmoteó, y contestó: '¡Me habría muerto de dicha!' Budur dijo: 'Y si yo, mi muy querida, no hubiera sido tu hermano, sino tu hermana; si hubiera sido una muchacha como tú, en lugar de ser hombre, ¿me habrías querido lo mismo?' Hayat-Alnefus dijo: '¡Todavía más, porque habría estado siempre contigo, habría jugado siempre contigo, y dormido en la misma cama, sin separarnos nunca!' Entonces Budur atrajo hacia sí a la joven, le cubrió de besos los ojos, y le dijo: 'Vamos, Hayat-Alnefus, ¿serías capaz de guardar para ti sola un secreto, dándome así una prueba de tu amor?' La joven exclamó: '¡Queriéndote tanto, todo me es fácil!'

Entonces Budur la cogió en brazos y aplicó los labios a los suyos, hasta perder las dos el aliento, y después se levantó del todo, y dijo: '¡Mírame, Hayat-Alnefus, y sé, pues, mi hermana!' Y al mismo tiempo, con ademán rápido, se entreabrió la ropa desde el cuello hasta la cintura e hizo salir dos pechos deslumbradores coronados por sus rosas; después dijo: '¡Ya ves que soy una mujer como tú, mi muy querida! ¡Y si me he disfrazado de hombre, ha sido a consecuencia de una aventura extrañísima que te voy a contar sin demora!'

Entonces se sentó de nuevo, se puso a la joven en las rodillas, y le refirió toda su historia, desde el principio hasta el fin. Pero sería inútil repetirla.

Cuando Hayat-Alnefus oyó la historia, llegó al límite del asombro, y como seguía sentada en el regazo de Sett-Budur, le cogió la barbilla con la mano, y le dijo: '¡Oh hermana mía, que vida tan deliciosa vamos a pasar juntas aguardando el regreso de tu amado Kamaralzamán! ¡Alah apresure su llegada, para que nuestra dicha sea completa!' Y Budur le dijo: '¡Atienda Alah tus deseos, mi muy querida, y te entregaré a él como segunda esposa! ¡Y así disfrutaremos los tres la felicidad más perfecta!'

Después se dieron largos besos, y jugaron a mil juegos, y Hayat-Alnefus se maravillaba de todos los pormenores de belleza que encontraba en Sett-Budur. Y le cogía los pechos, y decía: '¡Oh hermana mía, qué hermosos son tus pechos! ¡Mira! ¡Son mucho mayores que los míos! ¡Mira los míos cuán pequeños son! ¿Te parece que crecerán?' Y la registraba por todas partes, y la interrogaba acerca de los descubrimientos que hacía. Y Budur, entre mil besos, le contestaba, instruyéndola con perfecta claridad, y Hayat-Alnefus exclamaba: ¡Ya Alah! ¡Ahora lo entiendo! ¡Figúrate que cuando preguntaba yo a las esclavas!: '¿Para qué sirve esto? ¿Para qué sirve aquello? guiñaban el ojo, pero no respondían. Otras veces, con mucha ira por mi parte, chasqueaban la lengua pero no contestaban. Y yo, llena de cólera, me arañaba las mejillas, y gritaba cada vez más fuerte: '¿Para qué sirve eso?' Entonces acudía mi madre a los gritos, y preguntaba, y todas las esclavas le decían: '¡Grita porque quiere obligarnos a explicarle para qué sirve eso!' Entonces la reina, mi madre, en el límite de la indignación, a pesar de mis protestas de arrepentimiento, me ponía el trasero al aire y me daba una azotaina furiosa, gritando: '¡Para esto sirve eso!' Y yo acabé por convencerme de que eso no servía más que para proporcionar una azotaina; y así con todo lo demás'.

Después siguieron ambas diciendo y haciendo mil locuras, de tal modo, que por la mañana a Hayat-Alnefus no le quedaba nada que aprender, y se había enterado de la misión encantadora que en adelante había de corresponder a todos sus órganos delicados...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima duodécima noche...

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Valram

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sábado, 7 de marzo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima décima noche

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"Y cuando llegó la 210ª noche

Ella dijo:

...solos en la cámara nupcial a los recién casados.

Sett-Budur quedó encantada del aspecto lleno de frescura da la joven Hayat-Alnefus, y con rápida ojeada la juzgó verdaderamente deseable, por sus grandes ojos negros asustados, su tez límpida, sus senos que se dibujaban infantiles debajo de la gasa. Y Hayat-Alnefus sonrió tímidamente por haber agradado a su esposo, aunque temblaba de emoción reprimida y bajaba los ojos, sin atreverse apenas a moverse bajo sus velos y pedrerías. Y también había podido notar la hermosura soberana de aquel joven de mejillas vírgenes de pelo, que le parecía más perfecto que todas las jóvenes más hermosas de palacio. De modo que se conmovió todo su ser cuando le vio acercarse muy despacio y sentarse a su lado en el gran colchón tendido encima de la alfombra. Sett-Budur cogió con las suyas las manos de la joven, y se inclinó lentamente, y la besó en la boca. Y Hayat-Alnefus no se atrevió a devolverle aquel beso tan delicioso; pero cerró los ojos por completo y exhaló un suspiro de honda felicidad. Y Sett-Budur le puso la cabeza en la curva de sus brazos, se la apoyó contra el pecho, y a media voz le cantó versos de un ritmo tan propio para mecer, que la joven durmióse a poco con una sonrisa de dicha en los labios.

En cuanto despertó Sett-Budur, que se había acostado casi completamente vestida, y hasta con el turbante puesto, se apresuró a hacer rápidamente abluciones someras, puesto que además tomaba numerosos baños en secreto para no descubrirse; se adornó con sus atributos regios, y fue a la sala del trono a recibir los homenajes de toda la corte, despachar los negocios, suprimir abusos, nombrar y destituir.

Entre otras supresiones que le parecieron urgentes, abolió los consumos, las aduanas y las cárceles, y repartió grandes liberalidades a los soldados, al pueblo y a las mezquitas. Por eso le quisieron mucho sus nuevos súbditos, e hicieron votos por su prosperidad y larga vida.

En cuanto al rey Armanos y a su esposa, se apresuraron a ir a saber de su hija Hayat-Alnefus, y le preguntaron si su esposo había estado cariñoso, y si ella estaba muy cansada, pues no querían empezar por interrogarla acerca del asunto más importante. Hayat-Alnefus contestó: '¡Mi esposo estuvo delicioso! ¡Me ha besado en la boca y me he dormido en sus brazos al ritmo de sus canciones! ¡Ah, qué amable es!' Entonces Armanos dijo: '¿Y no ha pasado nada más hija mía?' Ella contestó: '¡Nada más!' Y la madre preguntó: 'Entonces, ¿ni siquiera te has desnudado del todo?' Ella respondió: '¡Claro que no!' Entonces el padre y la madre se miraron; pero no dijeron nada y se fueron. Eso en cuanto a ellos.

En cuanto a Sett-Budur, ya despachados los asuntos, volvió a su habitación a buscar a Hayat- Alnefus, y le preguntó: '¿Qué te han dicho, ¡oh mi muy querida! tu padre y tu madre?' Ella contestó: '¡Me han preguntado por qué no me había desnudado!' Budur contestó: '¡No hay que apurarse por eso! ¡Ya te ayudaré!' Y prenda por prenda le quitó la ropa, hasta la última camisa, y la cogió desnuda en brazos, y se tendió con ella en el colchón.

Entonces Budur depositó un beso suavísimo en los hermosos ojos de la joven, y le preguntó: 'Hayat- Alnefus, cordera mía, ¿te gustan mucho los hombres?' La otra respondió: 'No los he visto nunca, como no sean los eunucos de palacio, como es natural. ¡Pero me han dicho, que sólo son hombres a medias! ¿Qué les falta para estar completos?' Budur contestó: 'Precisamente lo mismo que te falta a ti, ojos míos'. Hayat-Alnefus, sorprendida, contestó: '¿A mí? ¿Y qué me falta a mí, ¡por Alah!?' Budur contestó: '¡Un dedo!'

Al oír tales palabras, Hayat-Alnefus, asustada, lanzó un grito ahogado, y sacó las manos de debajo de la colcha y extendió los diez dedos, mirándolos con ojos dilatados por el terror. Pero Budur la estrechó contra su pecho, y la besó en el pelo, y le dijo: '¡Por Alah! ¡Ya Hayat-Alnefus, todo era broma!' Y siguió cubriéndola de besos, hasta que la calmó completamente. Entonces le dijo: '¡Oh mi muy querida, bésame!' Y Hayat-Alnefus acercó sus frescos labios a los labios de Budur, y ambas, así enlazadas, se durmieron hasta por la mañana...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y como era discreta, se calló."

Continuará: La ducentésima undécima noche...

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