domingo, 10 de mayo de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La ducentésima septuagésima tercera noche

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"Y cuando llegó la 273ª noche

Ella dijo:

...en una palabra, aprendí muchas cosas y retuve cuanto aprendí.

Además, sé cantar perfectamente y bailar cual un pájaro, y tocar el laúd y la flauta, manejando asimismo todos los instrumentos de cuerda, y lo hago de cincuenta modos diferentes. ¡Por lo tanto, cuando canto y bailo se condenan quienes me ven y me oyen; si camino balanceándome, ataviada y perfumada, les mato; si meneo mi grupa, les derribo; si guiño un ojo, les traspaso; si agito mis brazaletes, les ciego; si toco, doy la vida, y si me alejo, hago morir!

¡Estoy versada en todas las artes, y he llevado mi saber a tal límite, que únicamente podrían llegar a distinguir su horizonte los escasos seres cuyos años hubieran transcurrido en el estudio de la sabiduría!'

Cuando el califa Harún Al-Raschid hubo oído estas palabras, se asombró y entusiasmó de encontrar tal elocuencia unida a belleza tal, tanto saber y juventud en la que frente a él se mantenía con los ojos respetuosamente bajos. Se volvió hacia Abul-Hassán y le dijo: 'Quiero dar orden al instante para que vengan todos los maestros de la ciencia a fin de poner a prueba a tu esclava, y asegurarme por medio de un examen público y decisivo de si realmente es tan instruida como bella. ¡En caso de que saliese victoriosa de la prueba, no sólo te daría diez mil dinares, sino que te colmaría de honores por haberme traído semejante maravilla! ¡De no ser así, no hay nada de lo dicho, y seguirá perteneciéndote!'

Luego, acto continuo, el califa hizo llegar al sabio mayor de aquella época, Imraim ben-Sayar, que había profundizado en todos los conocimientos humanos; mandó que acudiesen también todos los poetas, los gramáticos, los lectores del Korán, los médicos, los astrónomos, los filósofos, los jurisconsultos y los doctores en teología. Y apresuráronse a ir a palacio todos, y se reunieron en la sala de recepción, sin saber por qué motivo se les convocaba.

Cuando lo ordenó el califa, todos se sentaron en corro sobre la alfombra, en medio de la cual la adolescente Simpatía permanecía en una silla de oro, donde el califa hízola colocarse, con el rostro cubierto por un velo ligero, y a través de él brillaban sus ojos y se veían con su sonrisa los dientes...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente."

Continuará: La ducentésima septuagésima cuarta noche...

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Saludos
Valram

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