viernes, 25 de septiembre de 2009

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La cuadringentésima decimotercera noche

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Y cuando llegó la 413ª noche

Ella dijo:

...tras estas palabras, partiendo los corazones con sus miradas hermosas, improvisó estos versos:

¡El recuerdo de mi bienamada me hace deliciosa compañía en mi soledad, y aleja de mí los penosos pesares de la ausencia!

¡No tengo aquí otro manantial que el de mis lágrimas, pero cuando de mis ojos fluye ese manantial, mitiga mis angustias!

¡Mis deseos son violentos, y nada puede compararse con ellos! ¡Ah! ¿Habrá algo más prodigioso que lo que con el amor y la amistad me ocurre?

¡Paso mis noches con los párpados abiertos en medio del insomnio, y mi vida amorosa transcurre en el infierno y el paraíso!

¡Otrora estaba yo dotado de noble resignación; pero ya perdí esa virtud, y la aflicción es el don único que me legó el amor!

¡Ha enflaquecido mi cuerpo y ha cambiado mi semblante con la ausencia y el ardor de la pasión!

¡A fuerza de correr por ellos lágrimas, se han ulcerado los párpados de mis ojos, y sin embargo, no puedo hacer que vuelvan a mis ojos las lágrimas! ¡Ah, ya no puedo! ¡He perdido el corazón! ¡Ah! ¡Las penas siguen a las penas!

¡Mi corazón y mi cabeza se asemejan, ahora que han envejecido y blanqueado juntos como consecuencia del alejamiento de la bienamada, la más hermosa de las bienamadas!

¡Mal de su grado se verificó nuestra separación y al presente, su única preocupación es volver a verme y poseerme!

¡Pero quién sabe ya si, después de tan prolongada ausencia, el Destino me reunirá todavía con mi amiga, y la suerte cerrará el libro del alejamiento, abierto durante todo este tiempo, y permitirá que a las angustias de la separación sucedan las delicias del encuentro!

¡Y quién sabe si me será posible tornar a ver aún a mi amiga compartiendo mis placeres en nuestras moradas, y si mis pesares, por fin, se convertirán en delicias puras!

Cuando Delicia-del-Mundo hubo acabado de recitar estos versos, rey Derbas le dijo: ‘¡Por Alah! ahora veo bien claro que ambos os amábais con la misma sinceridad y la misma intensidad. ¡En verdad que en el cielo de la belleza sois dos astros luminosos! ¡Prodigiosa es vuestra historia y sorprendentes vuestras aventuras!’

Luego contó el rey con toda clase de detalles la historia de Rosa-en-el-Cáliz. Y Delicia-del- Mundo le preguntó: ‘¿Puedes ahora decirme ¡oh rey del tiempo! dónde está ella?’

El rey contestó: ‘¡Está en mi palacio!’ Y al punto hizo ir al kadí y a los testigos, y les hizo extender el contrato de matrimonio de Rosa-en-el-Cáliz con Delicia-del-Mundo. Tras de lo cual le colmó de honores y beneficios, y despachó en seguida un correo para que informase al rey Schamikh de todo lo acaecido a Delicia-del-Mundo y a Rosa-en-el-Cáliz.

Cuando el rey Schamikh se enteró de esta noticia, se regocijó hasta el límite del regocijo y envió al rey Derbas una carta en la cual le decía: ‘¡Puesto que ya se ha extendido el contrato de matrimonio, deseo que la celebración de las nupcias y la consumación del matrimonio tengan lugar en mi palacio!’ Y al punto hizo preparar camellos, caballos y hombres para que fuesen a recoger a los recién casados.

Al llegar aquella carta y aquella escolta, el rey Derbas regaló a los recién casados sumas considerables, les dio un séquito magnífico y se despidió de ellos.

Y partieron.

Y he aquí que fue un día memorable aquel en que llegaron a la ciudad de Ispahán, su país, donde reinaba el rey Schamikh. ¡Nunca vióse un día más hermoso ni siquiera comparable con aquél! Porque, para celebrar la fiesta, el rey Schamikh congregó a todos los tañedores de instrumentos armónicos y dio grandes festines. Y duró el alborozo tres días enteros, en los cuales el rey distribuyó al pueblo muchas dádivas y regaló numerosos ropones de honor.

¡He aquí ahora lo referente a los recién casados! Una vez concluido el festín de la primera noche, Delicia-del-Mundo penetró en la cámara nupcial de Rosa-en-el-Cáliz; y se arrojaron ambos en brazos uno de otro, pues hasta aquel momento no habían podido verse a solas desde su encuentro; y fue tanta su felicidad, que no pudieron por menos de llorar de alegría durante un buen rato. Y Rosa-en-el-Cáliz improvisó estos versos:

¡Por fin vino la alegría a ahuyentar la tristeza y la pena; y henos aquí reunidos, con gran confusión de los que nos envidian!

¡La brisa de la reunión nos echó su aliento perfumado, reanimándonos el corazón, las entrañas y el cuerpo!

¡En nuestros rostros ha brillado la embriaguez del retorno, y a nuestro alrededor anunciaron nuestro regreso tambores y gritos de alegría!

¡No creáis que nuestras lágrimas son de pesar, sabed, por el contrario, que quien nos hace llorar es la dicha!

¡Cuántas calamidades, desvanecidas ya, hemos sufrido! ¡Con qué resignación hemos soportado dolores angustiosos!

¡En una hora de reunión olvidé torturas y contrariedades tan terribles que blanquearon mi cabeza!

Terminada que fue esta improvisación, se abrazaron estrechamente y permanecieron enlazados en brazos uno de otro, hasta caer desfallecidos de júbilo y felicidad...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La cuadringentésima decimocuarta noche

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Valram

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