viernes, 30 de abril de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La sexcentésima trigésima noche

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Pero cuando llegó la 630ª noche

Ella dijo:

‘¡...Y el esclavo que te habla es el pobre, el despreciable, el ínfimo Massrur, honrado con el cargo augusto que consiste en llevar el alfanje de la voluntad de nuestro señor!’

Al oír estas palabras de Massrur, le gritó Abul-Hassán: ‘¡Mientes, hijo de mil cornudos!’ Pero Massrur, sin turbarse contestó: ‘¡Oh mi señor! ¡En verdad que, al oír hablar así al califa, moriría de dolor otro cualquiera! ¡Pero yo, tu antiguo esclavo, que desde hace tan largos años estoy a tu servicio y vivo a la sombra de tus beneficios y de tu bondad, sé que el vicario del Profeta sólo me habla así para poner a prueba mi fidelidad! ¡Por favor, pues, ¡oh mi señor! ¡Te suplico que no me sometas a prueba más tiempo! ¡Si alguna pesadilla fatigó tu sueño esta noche, ahuyéntala y tranquiliza a tu esclavo tembloroso!’

Al oír estas palabras de Massrur, Abul-Hassán no pudo contenerse por más tiempo, y lanzando una inmensa carcajada, se tiró en el lecho, y empezó a revolcarse, enredándose en la colcha y alzando las piernas por encima de su cabeza. Y Harún Al-Raschid, que oía y veía todo aquello desde detrás de la cortina, hinchaba los carrillos para sofocar la risa que le embargaba.

Cuando Abul-Hassán se estuvo riendo en aquella postura durante una hora de tiempo, acabó por calmarse un poco, y levantándose acto seguido, hizo seña de que se aproximara a un esclavo negro, y le dijo: ‘¡Oye! ¿Me conoces? ¿Y podrías decirme quién soy?’

El negro bajó los ojos con respeto y modestia, y contestó: ‘Eres nuestro amo el Emir de los Creyentes Harún Al-Raschid, califa del Profeta (¡bendito sea!) y vicario en la tierra del Soberano de la Tierra y del Cielo’. Pero Abul-Hassán le gritó: ‘¡Mientes, ¡oh rostro de pez! oh hijo de mil alcahuetes!’

Se encaró entonces con una de las esclavas que estaban allí presentes, y haciéndole seña de que se aproximara, le tendió un dedo, diciéndole: ‘¡Muerde este dedo! ¡Así veré si duermo o estoy despierto!’ Y la joven, que sabía que el califa estaba viendo y oyendo cuanto pasaba, se dijo para sí: ‘¡Esta es la ocasión de mostrar al Emir de los Creyentes todo lo que sé hacer para divertirle!’ Y juntando los dientes con todas sus fuerzas, mordió el dedo hasta llegar al hueso. Y lanzando un grito de dolor, exclamó Abul-Hassán: ‘¡Ay! ¡Ah! ¡Ya veo que no duermo! ¡Qué he de dormir!’

Y preguntó a la joven: ‘¿Podrías decirme si me conoces y si soy verdaderamente quien has dicho?’ Y la esclava contestó, extendiendo los brazos: ‘¡El nombre de Alah sobre el califa y alrededor suyo! ¡Eres mi señor! ¡El Emir de los Creyentes Harún Al-Raschid, vicario de Alah!’'

Al oír estas palabras, exclamó Abul-Hassán: ‘Hete aquí en una noche convertido en vicario de Alah, ¡oh Abul-Hassán! ¡Oh hijo de tu madre!’ Luego, rehaciéndose, gritó a la joven: ‘¡Mientes, oh zorra! ¿Acaso no sé bien yo quién soy?’

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La sexcentésima trigésima primera noche

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Valram

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