martes, 6 de julio de 2010

Las mil noches y una noche. Versión original, sin cortes. La septingentésima decimoséptima noche

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Y cuando llegó la 717ª noche

Ella dijo:

‘...Y mi alma y mi corazón están con ella. ¡Y mientras no me sea posible volver a verla, no disfrutaré de dicha alguna, aunque gozase de las delicias del paraíso!’

Habló así, y a medida que se coloreaban sus mejillas sombreadas, crecía mi cariño hacia él. Y le dije cuando calló: ‘¡Oh Otbah! ¡Oh primo mío! ¡Pon tu esperanza en Alah, y ruégale que te otorgue el perdón de tus pecados! Por lo que a mí se refiere, heme aquí dispuesto a ayudarte con todo mi poder y con todos mis medios para que encuentres a la joven de tus pensamientos.

¡Porque al verte sentí que mi alma iba por sí misma en pos de tu persona, y lo que haga yo por ti en lo sucesivo será únicamente por ver bajarse contentos hacia mí tus ojos!’ Y así diciendo, le oprimí contra mí afectuosamente, y le besé como un hermano besaría a su hermano; y durante toda la noche no cesé de tranquilizar su alma querida. Y en verdad que en toda mi vida olvidaré aquellos momentos deliciosos e incompletos pasados al lado suyo.

Al día siguiente fui con él a la mezquita, y le dejé pasar el primero por consideración. Y estuvimos juntos allí, desde por la mañana hasta mediodía, hora en que las mujeres suelen ir a la mezquita. Pero, con gran desaliento por nuestra parte, observamos que ya estaban en la mezquita todas las mujeres, sin que entre ellas se encontrara la joven. Y al ver yo la pena que aquel descubrimiento producía en mi joven amigo, le dije: ‘¡No te inquietes por eso! ¡Voy a preguntar por tu bienamada a estas mujeres que ayer estaban con ella!’

Y salí corriendo hasta llegar junto a ellas, y conseguí al fin que me enterasen de que la joven era una virgen de muy alta estirpe que se llamaba Riya, y era hija de Al-Ghitrif, jefe de la tribu de los Bani-Sulem. Y les pregunté: ‘¡Oh mujeres de bien! ¿Por qué no ha venido ella hoy con vosotras?’ Contestaron: ‘¿Cómo ha de hacerlo, si su padre, que custodió a los peregrinos durante la travesía por el desierto desde el Irak hasta la Meca, ha regresado ayer con sus jinetes a su tribu, que está a orillas del Éufrates, y ha llevado consigo a su hija Riya?’ Y les di las gracias por sus informes, y volví al lado de Otbah; y le dije: ‘¡Las noticias que te anuncio ¡ay! no están de acuerdo con mis deseos!’ Y le puse al corriente de la marcha de Riya con su padre hacia la tribu. Luego le dije: ‘Pero tranquiliza tu alma, ¡oh Otbah! ¡Oh primo mío! porque Alah me ha concedido riquezas numerosas, y estoy dispuesto a gastarlas para hacerte llegar al logro de tus fines. ¡Y desde este momento voy a tomar parte en el asunto, y a llevarlo a buen término, con ayuda de Alah!’ Y añadí:

‘¡Pero has de tomarte el trabajo de acompañarme!’ Y se levantó y me acompañó hasta la mezquita de sus parientes los Ansaritas.

Allí esperamos a que se reuniese el pueblo, y saludé a la asamblea, y dije: ‘¡Oh creyentes Ansaritas reunidos aquí! ¿Qué opinión tenéis acerca de Otbah y del padre de Otbah?’ Y contestaron a la vez: ‘¡Todos creemos que son árabes, pertenecientes a una familia ilustre y de una noble tribu!’ Y les dije: ‘Sabed, pues, que Otbah, hijo de Al-Hubab, está consumido por una pasión violenta. ¡Y vengo precisamente a rogaros que unáis vuestros esfuerzos a los míos para asegurar su dicha!’ Contestaron: ‘¡De todo corazón amistoso!’ Dije: ‘¡En este caso, tenéis que acompañarme a las tiendas de los Bani-Sulem para ver al jeique Al-Ghitrif, su jefe, a fin de pedirle en matrimonio a su hija Riya para vuestro primo Otbah, hijo de Al-Hubab!’ Y todos contestaron con el oído y la obediencia. Entonces monté a caballo, y también Otbah; y la asamblea hizo lo mismo.

Y pusimos a galope tendido nuestros caballos sin detenernos. Y de tal suerte conseguimos llegar a las tiendas de los jinetes del jeique Al-Ghitrif, a seis jornadas de Medina.

Cuando nos vio llegar el jeique Al-Ghitrif, salió a nuestro encuentro hasta la puerta de su tienda, y después de las zalemas, le dijimos: ‘Venimos a pedirte hospitalidad, ¡oh padre de los árabes!’ El contestó: ‘Bienvenidos seáis a nuestras tiendas ¡oh nobles huéspedes!’ Y así diciendo, al punto dio a sus esclavos las órdenes necesarias para recibirnos como era debido. Y los esclavos extendieron, en honor nuestro, esteras y alfombras, y mataron carneros y camellos para ofrecernos un espléndido festín...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.”

Continuará: La septingentésima decimoctava noche

Noticias de referencia:
Las mil y una noches, denunciado por indecente
http://www.eluniversal.com.mx/notas/678635.html

Editan “Las mil y una noches” de Vargas Llosa
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61906.html

¿Y si “Las mil y una noches” lo escribió una mujer?
http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61873.html

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